El polvo del caliche
del Sabino lo recuerda esta gente de cuando llegó. Nada de asfalto ni concreto.
Arena y viento. Casi desierto.
El humo del incienso
es mi recuerdo. Arrodillados, recitando padrenuestros inacabables. Así era
aquel espacio dominical. Tal vez por eso
detesto los humos del incienso.
Polvo y humo.
Caliche e incienso. Se levantan ante los ojos para no dejar ver la vida que
viene.
El pueblo sabio, en
su lucha de siempre, vence el caliche en unión y esfuerzo. La fe sencilla vence
al incienso con la honradez de lo real.
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